El escritor de micros viene a ser un desplazado, un tipo que huye de un incendio con lo puesto; la orden es salvar los muebles, tirar por la borda todo aquello que no sea imprescindible porque la inundación –sí, algo tiene de paranoico- o el naufragio es inminente.
Lo curioso es que llega a esa condición por puro perfeccionismo: debería hacerse mirar ese empeño de meter un barco cada vez más grande en una botella cada día más pequeña. Presentación, Nudo, Desenlace, Diálogo y ubicación espacio-temporal en el menor número posible de palabras.
Algunos de sus relatos más extensos terminaban con una afirmación de algún personaje. El tiempo le ha confirmado que con esos dos únicos mimbres –frase y acotación- podía haber construido la historia. Esos aforismos son píldoras narrativas, literatura liofilizada, con la que también –Vayamos por partes –dijo Jack el destripador/ ¡Miente, Pinocho, miente…! – tropieza por la calle.
Una auténtica reválida para el que los escribe y para quienes los leen.
POR FIN VIERNES
Después de mirar al indígena más detenidamente, a Robinson le pareció aburrido e indolente.
Olvídalo…, le dijo, te llamaré Lunes.
Aster Navas